Considero que hay tres pasos: el primero de ellos es crear el personaje, el segundo crear el ambiente donde ese personaje se va a mover y el tercero es cómo va a hablar ese personaje, cómo se va a expresar. Esos tres puntos de apoyo son todo lo que se requiere para contar una historia; ahora, yo le tengo temor a la hoja en blanco, y sobre todo al lápiz, porque yo escribo a mano; pero quiero decir, más o menos, cuáles son mis procedimientos en una forma muy personal. Cuando yo empiezo a escribir no creo en la inspiración, jamás he creído en la inspiración, el asunto de escribir es un asunto de trabajo; ponerse a escribir a ver qué sale y llenar páginas y páginas, para que de pronto aparezca una palabra que nos dé la clave de lo que hay que hacer, de lo que va a ser aquello. A veces resulta que escribo cinco, seis o diez páginas y no aparece el personaje que yo quería que apareciera, aquel personaje vivo que tiene que moverse por sí mismo. De pronto, aparece y surge, uno lo va siguiendo, uno va tras de él…
Juan
Rulfo
El inicio de una novela o un cuento puede
ser una voz, una imagen, puede que sea un momento de profunda desesperación
personal. Por ejemplo, con Ragtime estaba tan desesperado por escribir algo,
que estaba frente a la pared de mi estudio en mi casa, en New Rochelle, y
empecé a escribir sobre la pared. Los escritores a veces tenemos días así.
Después escribí sobre la casa que iba junto con la pared. Se construyó en 1906,
¿sabe?, de modo que me puse a pensar en esa época, y sobre qué aspecto tendría
entonces Broadview Avenue: tranvías que iban de un extremo de la avenida a los
pies de la colina; la gente vestía de blanco en verano para ir más fresca.
Teddy Roosevelt era presidente. Una cosa llevaba a la otra y así es cómo empezó
el libro, de la desesperación a esas pocas imágenes.
E. L.
Doctorow
Las ideas le vienen a uno al escribir,
durante el trabajo. A veces, una idea se presenta por sí sola, pero a veces hay
que buscar y esperar mucho tiempo. (…) Eso de tener ideas se puede conseguir
con la práctica. Es, de verdad, una cuestión de entrenamiento. Quien no sabe
tocar el piano se asombra de lo que es capaz un pianista. Pero el pianista
tampoco lo ha sabido desde el principio, así, sin más. Se ha ejercitado muchos,
muchos años. Con un escritor pasa lo mismo, sólo que él no hace música, sino
que tiene ideas-relatos.
Michael Ende