En esta segunda jornada de nuestro taller de escritura creativa, tomamos como punto de partida el tema fantástico, recogido de la Gramática de la fantasía de Gianni Rodari.
Buscaremos palabras que nos
vengan a la memoria dada una en concreto (casa, por ejemplo). A raíz de esas
conexiones escribiremos pequeños relatos.
El propio Rodari explica este
ejercicio.
El «tema fantástico», en este tipo de
evoluciones a partir de una sola palabra, nace cuando se crean «aproximaciones
extrañas», cuando en el complejo movimiento de las imágenes y sus
interferencias caprichosas, surgen parentescos imprevisibles entre palabras que
pertenecen a cadenas diferentes. «Ladrillo» trae consigo (en una sucesión de
imágenes y rimas): «piedra», «mojón», «canto», «canción»… Ladrillo y canción se me presentan como una pareja interesante, aunque no tan «bella como
el fortuito encuentro entre una sombrilla y una máquina de coser sobre una mesa
anatómica» (Lautréamont, Los cantos
de Maldoror). En el
confuso conjunto de las palabras hasta aquí evocadas, «ladrillo» es a
«canción», lo que «canto» o «guijarro» (por su rima) es a «guitarro». Aquí, el
violín de Amedeo añade probablemente el elemento afectivo y favorece el
nacimiento de una imagen musical.
He aquí una casa musical. Construida con ladrillos musicales, con
piedras musicales. Sus paredes, tocadas con unos palillos, nos brindan todas
las notas posibles. Sé que hay un do sostenido encima del sofá, el fa más agudo
está debajo de la ventana, el pavimento suena en si bemol mayor, una tonalidad
excitante. Hay una estupenda puerta atonal, serial, electrónica: basta insinuar
un ligero toque con los dedos para obtener una escala a la Nono-Berio-Maderna,
que haría delirar a Stockhausen (alguien que entra en esta historia con más
derecho que nadie por el «haus», «casa», de su apellido).
Pero no se trata sólo de una casa. Hay todo un pueblo musical con una
casa-piano, una casa-harpa, una casaflauta… Es un pueblo-orquesta. Al caer la
tarde, sus habitantes, tocando sus casas, ofrecen un maravilloso concierto
antes de ir a dormir… De noche, mientras todos duermen, un prisionero toca las
barras de su celda… etc.
La narración, a partir de aquí, vuela con
sus propias alas.
Creo que el prisionero ha hecho su entrada
en el cuento gracias a la rima entre «canción» y «prisión», que en un principio
me había pasado por alto, y ha acabado por manifestarse por sí misma. Las
barras aparecen como una consecuencia lógica. Pero, pensándolo mejor, podría
ser que me las haya sugerido el título de una vieja película, que de improviso
me ha venido a la mente: Prisión sin
barrotes.
La imaginación puede tomar ahora otro
camino:
Desaparecen las barras de todas las prisiones del mundo. Escapan
todos. ¿También los ladrones? Sí, también los ladrones. Es la prisión la que
produce los ladrones.
Desaparecida la prisión, acabados los ladrones…
Gianni
Rodari