Para este ejercicio no es necesario hacer ninguna lectura previa; de la misma forma que la escritura de un diario íntimo es una práctica habitual entre algunos jóvenes, también lo es la carta, aunque ya no se escriban como antes, a mano, ni se envíen en un sobre y se echen a un buzón. Aun así, algunos recuerdan haber escrito alguna carta o alguna postal.
Este ejercicio lo hacemos siempre completo:
escriben la carta, hacen ellos mismos el sobre y elaboran también el sello. Así
que unos días antes les pediremos que traigan todo cuanto necesiten para
fabricar su carta: papel, tijeras, pegamento, colores, pegatinas, recortes,
purpurinas, etcétera.
Aunque es un ejercicio libre, se presta a muchas
variantes. Podemos decidir primero realizarlo sin más consigna que el género
epistolar y después hacer algunos cambios:
a) Que los alumnos imaginen que están en otro
país, que son mayores de edad o tienen otra edad diferente a la real; pueden
inventarse una profesión, un recorrido vital, etcétera. Y desde ahí escriben a
quien quieran.
b) También pueden escribirse a sí mismos.
c) Y otra posibilidad es escribir una Carta anónima, ya sea inventando el
destinatario o no. A veces los niños quieren decir algunas cosas que no se
atreven; ésta es una oportunidad.
Si les damos a escoger entre varias opciones y es
difícil ponerse de acuerdo, podemos sugerir hacer otro día otra consigna
respecto a la carta o bien que la hagan en casa y se lea en la próxima sesión.
Algunos alumnos, cuando la carta tiene un destinatario real, desean echarla al
buzón. Podemos tener algunos sellos preparados o pedirles que se encarguen
ellos de comprarlos. Y ¡a esperar respuesta!
Es importante recordar que, al ser un género
privado, si alguien no quiere leer en voz alta lo que ha escrito, no tiene por
qué hacerlo. Una vez hayan acabado, pasan a crear el sobre y el sello. En
general, desean dar la carta a quien va dirigida, pero es posible que algún
alumno quiera quedársela, así que el envío es siempre una elección del niño.