—BIEN, este «hasta mañana» es más alegre —dijo la abuela de Dan cuando
horas después le arropó en su cama.
—Sí. Sí —repuso—. Pero…
—Pero ¿qué?
—Es… es por Henry…
—¿Qué le pasa a Henry?
—Le… le aprecio mucho y… y temo que no volveré a verle cuando regrese a
su casa la próxima semana.
—¡Dios mío! ¿Y por qué no? Los dos vivís en Londres.
—Pero… pero va a una escuela mucho más importante que la mía.
—¿Y ha significado eso alguna diferencia entre los dos, estando aquí?
—No.
—Entonces es muy sencillo. Cuando tu padre y tu madre regresen de Suiza
les preguntaremos si Henry puede pasar contigo las vacaciones de Navidad.
—¿Crees que podrá ser? —preguntó sonriendo.
—Pues claro que sí. A él le gustará tanto como a ti.
No añadió que aquello podía evitar al pobre Henry una nueva y desastrosa
visita a sus otros nietos. Se limitó a besar a Dan, tras darle las buenas
noches, y apagó la luz.
—Y mañana —dijo medio dormido—, ¿podré volver al cenador?
—Naturalmente.
Hester Burton (Cinco días de agosto)