El viejo Beppo pedaleaba sobre su chirriante
bicicleta por la noche. Se apresuraba todo lo que podía. Una y otra vez
resonaban en sus oídos las palabras del juez: «Esa niña no volverá a
molestarnos… Puede estar seguro, acusado… Nos ocuparemos de ello con todos los
medios a nuestro alcance…».
No cabía duda: Momo estaba en peligro. Tenía que ir en seguida a verla, a
prevenirla de los grises, tenía que protegerla de ellos, aunque todavía no
supiera cómo. Pero ya lo descubriría. Beppo pisaba los pedales con fuerza. Sus
blancos cabellos ondeaban al viento. El anfiteatro quedaba lejos.
Michael Ende (Momo)