Algunos autores conocen las últimas escenas de su historia desde el momento en que escriben las primeras líneas, mientras que otros las descubren justo cuando llegan a ellas. Sea como sea, debes asegurarte de que tu narración llega a un clímax.
En un relato de detectives, este puede ser
el momento en que desenmascaran al asesino; en fantasía, el enfrentamiento
final entre el héroe y su némesis. Es el momento de mayor tensión hacia elque la
historia se ha ido encaminando.
Tras el clímax llega el desenlace, donde
atas todos los cabos sueltos y muestras cómo lo sucedido ha cambiado a tu
protagonista. No tiene por qué ser un final feliz, pero debes dejar a tus
lectores satisfechos en el momento en que lean la última línea.
Christopher
Edge
Siempre escribo mis últimas líneas, mi
último párrafo, mi última página, y después vuelvo atrás y trabajo hacia el
final. Así sé dónde voy y cuál es mi meta.
Katherine
Anne Porter
Todas las historias se construyen para
acabar en un clímax, el punto de la narración donde la acción llega a la cima…,
desde una confrontación final con el mortal enemigo a superar los peores
miedos. Los protagonistas solo pueden alcanzar su meta final si vencen el reto
con que se enfrentan en el clímax.
Antes de que el lector acabe la lectura, el
autor le debe dar la sensación de que ha llegado al final. La resolución se
encuentra en las últimas escenas, donde se atan todos los cabos sueltos y los
personajes muestran cómo lo acontecido en la historia los ha cambiado. Es la
calma tras la tormenta del clímax.
Christopher Edge
Es muy
importante cómo dejes al lector… No el clímax, sino lo que llamo “la sensación
de salida”
Patrick
Ness
Esa noche
Coraline se tumbó en la cama después de bañarse y cepillarse los dientes, y se
puso a mirar el techo con los ojos muy abiertos.
Hacía bastante
calor, y como la mano se había ido, abrió de par en par la ventana de su
habitación. Le había pedido a su padre que no echase del todo las cortinas.
Su nuevo uniforme
escolar estaba cuidadosamente colocado sobre la silla para que se lo pusiera al
levantarse.
Por lo general,
en la noche previa al primer día del curso Coraline se sentía inquieta y
nerviosa. Pero entonces comprendió que nunca volvería a darle miedo nada
relacionado con el colegio.
Le pareció que el
aire de la noche le llevaba una música celestial: el tipo de música que sólo se
interpreta con diminutos trombones, trompetas y fagots de plata, con flautines
y tubas tan pequeños y frágiles que sus botones sólo los pueden tocar los
rosados deditos de los ratones blancos.
Coraline se
imaginó que regresaba al sueño en que jugaba con las dos niñas y el niño, y
sonrió.
Cuando asomaron
las primeras estrellas, Coraline se durmió definitivamente mientras la suave
música del circo de ratones invadía el aire cálido del anochecer, anunciándole
al mundo que el verano casi había terminado.
Neil Gaiman
Coraline