De un lapsus puede nacer una historia, no es una novedad. Si, mientras escribo a máquina un artículo, sucede que escribo «Lamponia» en vez de «Laponia», ya tenemos un nuevo país perfumado y lleno de bosques: sería un crimen expulsarlo del mapa de lo posible con una simple goma; es mejor explorarlo, como turista de la fantasía.
Si un niño escribe en su cuaderno «Laguja de Venecia» en lugar de
«Laguna de Venecia», puedo escoger entre corregir su error con una señal en
rojo o azul, o, siguiendo el ejemplo anterior, ponerme a escribir la historia y
la geografía de esta «aguja» importantísima, tanto que viene incluida en el
mapa de Italia… De noche, la Luna… ¿se pinchará la nariz con esta aguja, o
pasará tranquilamente por su ojo?
Un magnífico ejemplo de error creativo se encuentra, según Thompson,
autor de Las fábulas en la tradición
popular, en la Cenicienta de
Charles Perrault: el famoso zapatito, inicialmente, habría sido de «vaire» (un
tipo de piel) y no de «verre» (vidrio). No obstante, nadie duda que una
zapatilla de vidrio resulta más fantástica y llena de sugestiones que una
vulgar pantufla de pelo, aunque su invención haya sido debida a la casualidad o
al error de transcripción.
El error ortográfico, bien estudiado, puede dar lugar a todo tipo de
historias cómicas e instructivas, no privadas de un aspecto ideológico, como yo
mismo he intentado demostrar en mi «Libro
degli errori» (Libro de los errores). «Itaglia», escrito así con la letra «g» no es una
simple licencia escolástica. Existe gente que de verdad pronuncia, y aún grita:
«I-ta-glia», «I-ta-glia», con una fea «g» de más. Italia no necesita una «g» de
más, sino de gente honesta y limpia. Todo lo más de inteligentes revolucionarios.
Si de todos los diccionarios desapareciese la letra «h», que los niños
ignoran tan a menudo, se podrían dar algunas situaciones bastante surrealistas:
los «huesos» convertidos en «uesos» tal vez se romperían con más facilidad; el
«chocolate», convertido en «cocolate», tal vez sería más difícil de morder y no
gustaría tanto a los niños; y qué sucedería si un día, los habitantes de
«Chinchón», habiendo perdido la hache, se despertasen con el nombre de su
pueblo convertido en «Cincón»…
Gianni
Rodari
En todo error se halla la posibilidad de una historia. Hoy aprovecharemos estos errores para que sean el germen de una buena historia.
En todo error se halla la posibilidad de una historia.
En una ocasión, a un niño que había escrito —insólito error— «caja» en
lugar de «casa», le sugerí que inventase la historia de un hombre que vivía en
una «caja». Otros niños se entusiasmaron con el tema. Se les ocurrieron tantas
historias: había una de un hombre que habitaba en una caja de muertos; otro era
tan pequeño que le bastaba una caja de verduras para vivir; un día se durmió
dentro de la caja, y lo llevaron por error a un mercado, donde alguien
pretendía comprarlo a tanto el kilo.
Gianni
Rodari