- ¡Punto de partido!
Una
pista de cemento. Hacía un calor horrible. Recuerdo los murmullos de mi padre a
un lado de la pista. Aunque no entendí muy bien lo que decía. Me concentré.
Lancé la pelota por encima de mi cabeza y… No, no estaba preparado. La dejé
caer. Me concentré todavía más. No sé cómo, pero en menos de una centésima,
recordé todos los momentos que me había dado el tenis, cada golpe, cada punto,
cada lección de vida, cada decepción, cada alegría, cada compañero que, poco a
poco se fue convirtiendo en un amigo, en un acompañante para esta vida, tan
dura, pero a la vez tan bonita que nos une a todos los de esta especie tan
especial que somos. Lancé la pelota por encima de mi cabeza…
Soy
Juan. Lo cierto es que yo, era una gran promesa del tenis. Se me metió
demasiado en la cabeza. ¡Un mal movimiento… Ah! Los gritos de mi padre, junto
con el dolor me inundaron la cabeza. Lo último que puedo recordar fueron los
desolados gritos y lloros de dolor que sentía. Me desperté en el hospital con
mucha gente delante. Mi entrenador. Mi padre. Familiares. Amigos…
No
soy especialista en absolutamente nada. Vivo solo. En un apartamento
desordenado, sucio… No es mi fuerte eso de la limpieza. Realmente, mi único
objetivo en la vida es ir a trabajar a un club de tenis. Cobrar lo justo para
comer y… y ya.
Cuando
estaba en el mejor momento de mi corta carrera, cuando tenía tan solo quince
años. Estaba jugando la semifinal de uno de los torneos mas grandes del
planeta. El Roland Garros de París Júnior. Estaba haciendo un gran partido. Y
en un abrir y cerrar de ojos. Ya estaba en el final del partido.
-
¡Punto de partido!
Una
pista de cemento. Hacía un calor horrible. Recuerdo los murmullos de mi padre a
un lado de la pista. Aunque no entendí muy bien lo que decía. Me concentré.
Lancé la pelota por encima de mi cabeza y… No, no estaba preparado. La dejé
caer. Me concentré todavía más. No sé cómo, pero en menos de una centésima,
recordé todos los momentos que me había dado el tenis, cada golpe, cada punto,
cada lección de vida, cada decepción, cada alegría, cada compañero que, poco a
poco se fue convirtiendo en un amigo, en un acompañante para esta vida, tan
dura, pero a la vez tan bonita que nos une a todos los de esta especie tan
especial que somos. Lancé la pelota por encima de mi cabeza. La golpeé. El
sonido que desprendió la fricción de la raqueta impactando la pelota entró
rebitando por el conducto auditivo de mis oídos. No era un mal golpe. Entró
perfectamente. El peloteo fue muy intenso. El sonido de los golpes se escuchaba
perfectamente sobre el rotundo silencio de la grada. Los dos hicimos un gran
punto. Un punto muy muy largo. Un punto que, al final, se acabó llevando mi
contrincante.
FIN
Nando P.