El vendaval de tres días

 

La lluvia paró cuando Nick dobló para enfilar el camino que atravesaba el huerto. Ya habían recogido la fruta, y el viento de otoño soplaba entre los árboles pelados. Nick se detuvo y cogió una manzana wagner del suelo, a la orilla del camino, reluciente en medio de la hierba marrón a causa de la lluvia. Se metió la manzana en el bolsillo de su gruesa chaqueta cruzada.

El camino salía del huerto y llegaba hasta lo alto de la colina. Había allí una cabaña, un porche austero, humo saliendo de la chimenea. Detrás estaba el garaje, el gallinero y los árboles madereros con el segundo renuevo del año, que formaban una especie de seto contra el bosque de atrás. Los grandes árboles se mecían al viento en la lejanía. Era la primera tormenta de otoño.

Mientras Nick cruzaba el campo abierto que quedaba por encima del huerto, la puerta de la cabaña se abrió y salió Bill. Se quedó en el porche con la mirada perdida.

Ernest Hemingway (El vendaval de tres días)