Vi unas cuantas huellas huidizas que habían dejado los pájaros y otras
criaturas pequeñas, sin duda tan confundidas como yo ante ese universo blanco y
silente. Y cómo no iban a estarlo, si la última nevada había sido décadas
atrás. Teniendo en cuenta que un pinzón sólo vivía dos años,
Los pies se me estaban convirtiendo en bloques de hielo y me di cuenta de
que estaba agotada. Di media vuelta y regresé. Era la primera mañana del primer
día del nuevo siglo y la nieve cubría el suelo. Cualquier cosa era posible.
La casa empezaba a mostrar sus signos habituales de vida matutina. Vi que
mi abuelo me observaba desde su ventana de arriba; alzó una mano y me saludó, y
yo le devolví el saludo.
Nos quedamos así un instante y luego corrí hacia el calor de nuestro
hogar.
Jacqueline Kelly (La evolución de Calpurnia Tate)